L A PELEA


Ana María la Guerrera Torres había saltado al cuadrilátero desde el inicio a terminar por la vía rápida el combate confiada en los megatones apenas contenidos en sus delicados puños de acero con la clara intención de imponer sus condiciones a cualquier costo. Ni por asomo recordó el apartado “a” de la cartilla de los moquetes profesionales que dice: “Los primeros rounds son para estudiar el estilo del rival”.
Jackie la Princesa no tuvo tiempo de nada, cuando sintió los primeros bombazos no se hincó para rezar, por el contrario, se concentró al máximo aunque le retumbara el cerebro, para desplegar todo el arte de sus puños en armonía con la elasticidad de sus brazos, cabeceo y piernas, castigando abajo y cruzando en pleno rostro para restarle frenesí y poder a la Guerrera, boxeando, volando, para conectar y salir bailando sobre el encordado como lo que es, una artista del ballet con un martillo en cada mano. Era la única forma de descifrar aquella máquina de tirar golpes.
Los nombres de Jackie “la Princesa” Nava y Ana María “la Guerrera” Torres no me decían algo cuando se anunció la pelea en el World Trade Center de Veracruz. Fue allí en la ceremonia del peso en la báscula oficial que me entero que además de fungir como la “Princesa”, esta era de profesión arquitecta.

Ese ingrediente inesperado asoció a las féminas del box con las gladiadoras medievales en el neo Coliseo romano boqueño (WTC) lo que transitaba el combate desde lo morboso a lo seductor y aunque Ana María Torres Ramírez (1980) no es académica como Jackie, tiene la misma edad de su antagonista y ostenta numerosos galardones en distintas categorías locales e internacionales que van desde el Campeonato femenil de Peso Gallo de México; el campeonato femenil de Peso Súper Mosca del Consejo Mundial de Boxeo, hasta el campeonato femenil de Peso Súper Mosca de la Federación Norteamericana del Boxeo. El haber nacido y criado en los barrios bravos de ciudad Netzahualcóyotl nos da una centelleante visión del umbral de su mote: “La guerrera” de fuerte pegada y mirada asesina.

Después de las primeras acciones, allá por el round 6, la pelea se puso pareja. Luego de que ninguna de las dos daba ni pedía cuartel, poco a poco Jackie logró imponer su estilo: una mezcla de elegancia y poder sobre el entramado. Era en sí, una esencia de Mantequilla Nápoles, una pizca de Minoru Yamazaki y Rubén Olivares, aderezada con aroma de Kenzo Tange. Los espectaculares maestros del boxeo mexicano con los santones de la arquitectura mundial.


En sus años más tiernos en Tijuana, Jackie se inició como gimnasta olímpica tratando de seguir los pasos de Nadia Cománeci. A los 12 años alcanzó el grado de cinta negra practicando el deporte de contacto Limalama para estrenar juventud como campeona estadunidense de Kick Boxing en el año de 1992. Antes se había dado tiempo para ser campeona de atletismo y basquetbolista cuando cursaba la enseñanza media, hasta competir en la carrera de Arquitectura. Toda una perla en contaminada ostra. La riña entre ellas dos prometía en creces.

El combate entre una arquitecta y una fajadora de las vecindades de ciudad “Neza” no podía tener un escenario tan fantasmagórico como el neo Coliseo romano jarocho, afiliado al de las extintas Torres gemelas de Nueva York ( WTC ) en divergencias y equivalencias muy guardadas que hoy por hoy nos transportan al pasado en un tris.
Un botón basta de muestra: En el WTC de New York laboraban en un día normal 50, 000 personas, en el WTC boqueño caben entre 5 y 8 mil personas cómodamente sentadas en cada una de sus grandes salas en total entre 25 y 30 mil personas si algún día funcionara a toda su capacidad. En el Coliseo romano se divertían, gritaban, se injuriaban, peleaban, bebían vino y comían hasta indigestarse en forma gratuita 250,000 personas con un diseño tan dinámico y espectacular que podía evacuarse por “los vomitorios” en 5 minutos y jamás poner en riesgo la celebración de una batalla, una guerra o la asunción al poder de algún político, militar o senador romano, sobre todo en la época imperial y en tiempos de Tito.


En ese desordenado orden Jackie la Princesa Nava y Ana María la Guerrera Torres nos llevaron del estupor al arte marcial y la arquitectura de la Torres gemelas, del pan y el circo romano al WTC boqueño, del espasmo al escapismo en cámara lenta contra el poder de la pegada en la armonía de los cuerpos danzando sobre el lomo de la adrenalina para cancelar en definitiva el espacio de la sorpresa.


La sensación de que la pelea en este circo no era la verdadera flotaba en el ambiente. Las noticias que llegaban de afuera cada vez eran más puntuales: Más balaceras, más muertos, más heridos, más narco fosas, más pútridos cadáveres. Errar la mirada en pleno día hacia cualquier punto y hasta ninguna parte era exactamente lo mismo…La indiscutible pelea es por el poder. Si por el poder. No olvidar que la esencia del engaño es la distracción. La violencia generalizada ¿distrae? Por supuesto ¡




Para presentar al mundo de la época en el Coliseo romano se mataron 5, 000 animales y murieron 2, 000 gladiadores en una fiesta que duró 100 días. Sin duda una oda a la violencia. Poesía a la sangre derramada y carta de naturalización a la orgía que todos llevamos dentro. Era un escenario todavía hoy insuperable para el ocio humano. Era habitual ver peleas entre humanos (gladiadores), entre humanos contra bestias y entre leones contra leones y elefantes contra leones, todo con cargo al erario, como ahora. Es por ello que el asombro en nuestros días lo hemos convertido en un eunuco buscando sentar a la violencia en nuestra mesa.



Así, dar un paso para corroborar que las sombras no eran sombras sino ánimus del mal, era necesario la aventura del equilibrio constante entre la posibilidad real de tropezar con restos humanos o de meter la pata en narco fosas recién encontradas.
Cuando sonó la última campanada entre aquellas gladiadoras neo romanas “la Princesa y la Guerrera” era imposible votar por una ganadora. Aquello había sido alucinante, pomposo, regenerativo, rozando el clímax asistimos a un pugilato épico que al antiguo cantor griego le hubiera gustado dedicar algunos versos. Pese a ello la plebe desde las gradas en medio del escándalo gritó “Fraude, fraude”, cerró el puño y reviró el pulgar hacia el piso exigiendo una de las cabelleras. Finalmente los jueces y el árbitro se pusieron de acuerdo: “No habrá elecciones en México hasta que se demuestre quienes están detrás de la violencia que nos azota”.

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