EL BOLERO DE GEORGE.

Al despertar George tras un sueño intranquilo, amaneció en su cama convertido en un repugnante insecto. Acostado sobre un duro caparazón que a momentos fue descubriendo era su espalda, y alzar un poco la cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, surcado por curvadas callosidades cuya prominencia había escurrido el peso de las sábanas hasta el suelo.

¿ Que me ha sucedido?
Innumerables patas asombrosamente escuálidas en comparación con el grosor ordinario de sus piernas, ofrecían a sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia. No soñaba, no. George identificaba en su habitación de su casa exhaustiva documentación sobre armas químicas; un insólito libro, abierto precisamente en el capítulo sobre “La importancia de la feromona en el apareamiento de la cucaracha americana”.

“Bueno, pensó. Tal vez fue una pesadilla. Por ahora, seguiré durmiendo para olvidar estas fantasías”. Más era esto algo irrealizable, porque George tenía la costumbre de dormir sobre el lado derecho, para el lado izquierdo jamás y su actual estado no le permitía adoptar esta postura, cada vez que intentaba permanecer sobre el lado derecho forzosamente volvía a caer de espaldas.

“Que cansada es mi labor”, dijo. Hizo una pausa y por ahí al deslizarse al recuerdo empezó a encontrar la causa de sus nuevos males. El calendario electrónico sobre el buró le indica que aquella mañana es once de septiembre, es entonces que le asalta la urgencia de poner en marcha una nueva guerra “no convencional “ para mantener la supremacía de su país en el mundo, pero al llegar aquí, su mente no revela más.

Por su cabeza surcan muchas preguntas y ante el albur, George descubre que ahora tiene dos pequeñas antenas ultrasensibles en la cola, formando varias hileras de pelos, que le permiten detectar la menor corriente de aire. Ese pequeño viento llega a la barrera protectora, unas milésimas de segundos antes que el factor que lo produce: el peligro.
Percibe entonces, taconeos firmes que se acercan a la habitación. Una voz melodiosa llama a su puerta : “ GeoooOOORGE, levántate. Recuerda tu cita con Donald y Lezza.” Es Laura , su esposa, que se aleja sin tocar, confiando en que ha sido escuchada, pues automáticamente se ha encendido el televisor--despertador con el primer noticiario matutino.

“Cierto, dice George, cómo pude olvidarlo.”
Mil veces intenta en vano levantarse; cerró lo ojos para no tener que ver aquel rebullicio de las patas que no cesó hasta que sintió un dolor leve y punzante que George, rápidamente identificó como hambre.

En un giro violento producido por aquella sensación, logró que uno de sus seis pares de apéndices arrancaran un pedazo de madera del buró para triturarlo. Lentamente fue descubriendo en sí mismo, que su aparato masticatorio, además de los seis pares de apéndices que trituran y muelen la comida delante de la boca, la "masticación" no termina ahí, porque continúa en el tubo digestivo en forma de buche, tiene dientes de quitina en las paredes (la sustancia dura que cubre el cuerpo) que siguen triturando la comida.

En eso estaba, cuando en la pantalla de su televisor, el conductor de la TV anuncia algo que lo deja petrificado: “ las cucarachas podrían haber propagado un peligroso virus parecido al de neumonía atípica en un complejo de departamentos en Hong Kong , en momentos en que la misteriosa neumonía ha matado ya, 403 personas como consecuencia del SARS mientras que unas 3.750 se han detectado con el virus en 20 países, la mitad de los casos ha ocurrido en China.”

“Ahora lo se todo. “, gritó George completamente encamotado.
La guerra bacteriológica mundial había comenzado y los motivos de su extraña transformación cayeron en cascada. Desde aquella pícara insistencia de sus “Hombres G. “( Leeza y Donald ) que lo llevaron a fumar aquel singular tabaco, pensando que se trataba de un autentico puro habanero, en la última sesión sobre armas químicas, cuando en realidad, lo hicieron víctima de un experimento.

La combinación de nicoteana rústica con amoníaco que le dieron a fumar altos jefes de su Estado Mayor, le aisló numerosas feromonas en su sentido del olfato, para dar paso a las vomeroferinas, que enviadas al hipotálamo, perturbaron las funciones de la glándula pituitaria, el sistema autonómico nervioso, las reacciones emotivas y el balance de electrolitos.

En este sitio el mensaje procedente del órgano vomeronasal es recibido y se procesa un síndrome que puede desencadenar miedo, apetito, ira, atracción sexual, y en el caso excepcional de George...”la Metamorfosis de Kafka.”

Toc, Toc, George, soy yo, Laura, te has retrasado mucho. Donald y Leeza están aquí. ¿ GeoOOOrge?----- La mujer ansiosa y desesperada al no escuchar respuesta, busca la llave y abre la puerta. Se oye entonces un grito desgarrador : “ Una cucaracha!!!”.
George se asusta tanto que cae de la cama tratando de huir, pero es torpe en el manejo de su recién adquirido caparazón, sus incontroladas patas que avanzan en zigzag, lo conducen irremediablemente a los pies de Laura su esposa. Ella en un acto instintivo de terror, levanta su pierna y la baja con furia, descargando toda su humanidad en George... ¡CRASSSSHH ¡.

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