“Lamento profundamente el accidente en el que perdieron la vida Juan Camilo Mouriño, secretario de Gobernación, y de otros funcionarios públicos de la misma dependencia entre los que se encontraban … Juan Camilo, amigo entrañable ofrenda su vida en el cumplimiento del deber, Insisto se trata de un terrible accidente y no hay hasta ahora ningún indicio que permita especular otra cosa, investigaremos a fondo… ” Eran las 21:20 hora de la Ciudad de México Distrito Federal del 04 de noviembre del año dos mil ocho cuando la voz del presidente de la República Felipe Calderón Hinojosa interrumpía todas las trasmisiones para dar un informe a la opinión pública frente los medios de comunicación locales y extranjeros del accidente aéreo en donde había perdido la vida uno de sus mejores amigos.

Siempre hay algo, esa sensación que mantiene la expectación de que algo extraño va a ocurrir. Cómo borrar de golpe los múltiples accidentes aéreos o de vialidad -carretera- en que han perdido la vida Carlos Alberto Madrazo Becerra y Adolfo Aguilar Zinser, ambos políticos destacados de izquierda, vidas que se enhebran con otras ideológicamente distintas como las de Ramón Martín Huerta, Manuel J. Clouthier y José Ángel Conchello Dávila, estos cuatro últimos caídos en extraños accidentes automovilísticos, al igual que en su momento sufriera Carlos Loret de Mola, embestidos por un tráiler en carretera, unidos todos ellos para siempre por el grillete de la muerte violenta, por la desaparición “accidental” en el espectro de la política mexicana.

Manuel J. Clouthier candidato presidencial cuando se entera aquel 7 julio de 1988 que se había “caído” el sistema que computaba el sufragio de los electores mexicanos dijo en su coloquial lenguaje, que hoy se estimaría fuera de los políticamente correcto: "Yo buscaría que se hagan otras elecciones, porque no ando buscando chamba – trabajo- ando buscando que México se democratice", a su lado, sentadito, escuchaba el entonces candidato perdedor Cuauhtémoc Cárdenas.

Dueño de una elocuencia avasallante, Carlos Madrazo Becerra se convierte en uno de los grandes oradores mexicanos, un líder que busca afanosamente la democracia interna del P.R.I. Después de él, salvo contadas excepciones, quienes llegan son apuntalados por la magia del dedo presidencial, por la aplanadora del partido y su mercadotecnia electoral.

Madrazo Becerra fue gobernador Tabasco, muere el 4 de junio de 1969 en Monterrey, Nuevo León, en un accidente aéreo durante el gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien perseguido por el fantasma de Madrazo, asumió su responsabilidad histórica en la masacre de Tlatelolco antes de irse como embajador de México en Madrid España.

Un autobús de pasajeros le impactó la parte trasera de la camioneta en donde viajaba Adolfo Aguilar Zinser, ex representante permanente de México ante el Consejo de Seguridad de la ONU y ex consejero de Seguridad Nacional del presidente Fox y en seguida se produjo el impacto contra el Clío, que era conducido por Cecilia de la Macorra según los reportes de la prensa de aquel infausto día en que perdió la vida en forma instantánea.

El 20 de noviembre de 2003, renunció como representante de México ante el Consejo de Seguridad de la ONU. "Me la jugué contigo, Vicente. Por ello me resulta inexplicable que hagas uso de tu investidura presidencial para deshonrarme ante los mexicanos. Cometes un error que daña mi imagen, la tuya y la de México", señaló en una carta abierta para anticipar su separación del cargo.

Su voto en contra la guerra en Irak hoy cobra más vigencia que nunca y demuestra que nunca estuvo equivocado en su función que era la de mantener la tradición diplomática de una nación como México que se rige bajo el apotegma juarista: “ Entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz”.

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