El VOTO “IN VITRO”.
La
garantía de que la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el
pueblo es una falacia del tamaño del
universo. Lo es también que todo poder público dimana del pueblo y se
instituye para beneficio de éste, resulta sumamente cuestionable. Sin tomar en
cuenta a los emigrantes que sostienen al país con sus puntuales remesas ¿Cuantos
ciudadanos mexicanos que viven aquí tienen derecho al trabajo lícito? ¿Cuantos
a la educación suprema? ¿Cuántos a la justicia pronta, expedita y gratuita?
Luego
entonces la Secretaría
del Trabajo, la Secretaría
de Educación, el Poder Judicial, los
gobiernos de los estados ¿Están trabajando
en beneficio del pueblo? ¿Cree usted sinceramente que el IFE puede garantizar
elecciones limpias y transparentes? Cuando sus pronunciamientos no deciden una
elección. Cuando el factor “equidad” entre contendientes electorales está fuera
de su control real. Cuando no es responsable ni tiene el control de los
institutos electorales de los estados de la Federación.
El
desprestigio de la democracia es la imposición de una minoría contra una
mayoría, lo que es fácilmente comprobable mediante una simple operación matemática
de suma y resta. He ahí la piedra de toque que inhabilita toda garantía para
que el pueblo haga efectivo en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o
modificar la forma de su gobierno como está consagrado en la Constitución.
Basta
que ciertos políticos “profesionales” usen mecanismos elementales de
matemáticas para diseñar una campaña política “exitosa” que los lleve al poder,
basada en encuestas, en mercadotecnia y sobre todo en justicia mediática en
donde sea previsible el desenlace con cierto tiempo de anticipación, para
socavar con ello la garantía constitucional del VOTO SECRETO.
En
la democracia para imbéciles lo primordial no es la obtención del voto simple y
llanamente, ni sufragios cargados de ideología, ni el discurso político, sino
diseñar estrategias capaces de captar el llamado voto útil, ese voto sin partido que permanece errabundo
con la esperanza de permanecer limpio y ajeno a toda contaminación que corroe
la política.
Usted
amable lector, nunca sospecha que ese “voto in vitro”, su VOTO, ya ha sido
clasificado desde antes en los laboratorios electorales como “Voto contable” y
será atacado de mil formas subliminales para ser llevado por los vientos
sutiles de la percepción a depositarlo en la urna conveniente, justo en el
clímax electoral, previo escarceo de la mercadotecnia al calor de la guerra
mediática.
En
pocas palabras, el voto razonado seguirá un destino contrario al deseo de su emisor,
y el voto duro lo será más con una alianza
ad hoc que pueda echar por tierra todas las expectativas, lo que de forma incontestable
se arriba a la conclusión que el voto en la urna no garantiza que una elección
democrática sea efectivamente la voluntad del pueblo
mexicano se constituya en gobierno de una República representativa, democrática
y federal.
Todo lo cual significa que las “mayorías” van a representar en el
Congreso de la Unión,
los intereses de “UNA MINORÍA” que fueron los artífices que los llevaron al
poder.
El voto en la urna tampoco garantiza una república integrada de
estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior; ni
mucho menos que permanezcan unidos en la Federación establecida bajo los
principios de la Carta Magna.
Para hacer efectivos los derechos humanos y garantías
constitucionales es necesario erradicar el voto en la urna, y los partidos
políticos mediante nuevos mecanismos electorales, pues el voto en sí, ya está
constituido en una tara genética de la democracia muchísimo antes de ser
emitido. El voto y los partidos políticos son elementos que han cerrado su
ciclo hecho trizas, no dan para más y exhiben como resultado la descomposición
política que impera a lo largo y ancho del territorio nacional y del estado
mexicano.
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